
En el atardecer del sábado último, recibí el llamado telefónico de Isidoro GIlbert: - Hace diez minutos que falleció Pasquín Durán, ha pedido que lo velemos en la CTA…
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* Periodista; Equipo de Comunicación de la CTA |
La noticia me golpeó muy duro. Es que era de mi generación, habíamos andado de periodistas jóvenes cubriendo sucesos notorios del movimiento obrero mucho antes de que Pasquíni Durán se convirtiera en esa figura conocida y fulgurante del análisis político.
Lo recuerdo en la década del 60, trabajaba en la historia del movimiento obrero, había llegado hacía poco de su Salta natal y varias veces cubrimos los Congresos y reuniones del Confederal de la CGT. Eran las épocas de las tres formaciones sindicales: las “62 Organizaciones” y el vandorismo, los “32” y los 19, estos últimos luego llamados Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical (clasistas). Estuvimos en el mismo salón cuando se fundó la CGT de los Argentinos.
El “Negro” llegaba a nuestra redacción donde también solían estar o frecuentar Isidoro Gilbert, Roberto “Tito” Cossa, Julia Constenla, el “Pájaro” Rogelio García Lupo y Jorge Bernetti, entre otros. Sus análisis sobre los sucesos que se venían dando en el movimiento obrero eran brillantes.
Tenía concepciones clasistas, profundamente socialistas, fundamentadas, y poseía esa virtud –ya entonces- del convite al razonamiento, a no atarse a fórmulas dogmáticas: ayudaba a pensar.
Cómo no recordar cuando extraíamos conclusiones de la realidad y rechazábamos lo que decía la gran prensa comercial empeñada en hacer creer a la gente que no había oposición a la dictadura de Onganía.
Pasquíni traía elementos, los demás poníamos sobre la mesa otros hechos y coincidíamos en que, si bien los partidos políticos atravesaban una crisis profunda y estaban prohibidos, desde el movimiento obrero se alzaba la resistencia. Asomaba la figura de Agustín Tosco, y del otro lado la burocracia sindical que negociaba con la dictadura militar.
Y los hechos nos dieron la razón: comenzaron los estallidos, el “Rosariazo”, el “Cordobazo”. Eramos objetivos pero no neutrales. Escribíamos fervorosos nuestras respectivas crónicas donde respaldábamos los nuevos momentos de lucha. Las de él era siempre sintéticas, coherentes. En cierta oportunidad me criticó la extensión de mis apuntes. Tenía razón. Luego nos golpearon los días de la Triple A, las amenazas de muerte…
Después la militancia, los vericuetos de la vida, nos llevaron por rumbos diferentes, aunque siempre con los principios incólumes. Volví a ver a Pasquíni Durán muchos años después, y en una sola oportunidad, en la redacción de Página 12, pero yo lo seguía palpitando a través de sus columnas. Creo que fue el más grande periodista-analítico que ha tenido la Argentina.
Como en aquellos primeros años de la militancia periodística, Pasquíni jamás transó, fue hijo del movimiento popular y siempre se empeñó en sostener la necesidad de la construcción política unitaria y pluralista.
Si he señalado estos episodios es para explicar por qué Pasquíni Durán y sus familiares querían que el cuerpo del periodista fuera velado en la CTA: fue el acto póstumo lógico, el señalamiento máximo de su pertenencia. Nuestra Central de Trabajadores nos unía una vez más en el trayecto final.
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