Apuntes para ser nosotros mismos
Viernes 5 de marzo de 2010, por Adolfo Aguirre *

Cinco años después de que los pueblos de Latinoamérica logramos enterrar el ALCA, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños abre un nuevo camino en el postergado sueño de constituir de una vez por todas nuestra Patria Grande.



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Secretario de Relaciones Internacionales de la CTA; Secretario General de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur; Coordinador Nacional de la Constituyente Social

Una brisa de noticias auspiciosas viene soplando en la Patria Grande que soñó Bolivar hace 200 años. Cuando promediábamos el primer decenio del siglo XXI logramos “enterrar el ALCA (Área de Libre Comercio continental propuesta por la Administración Bush), en la ya histórica Cumbre de los Pueblos en Mar del Plata. Y ahora que empezamos a andar el segundo decenio, la Cumbre de la Unidad, realizada en Cancún el último 22 de febrero, hace pensar que al sur del Río Bravo sí podemos juntar voluntades y voces para que nuestros pueblos, autogobernados, podamos decidir y planificar los designios de nuestro futuro.

Un reguero de semillas fueron plantando y haciendo cada vez más necesaria este salto en materia de integración. En mayo del 2008 los gobiernos del Cono Sur forjaban la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) para apuntalar el más ambicioso proyecto de autonomía político-energética para el sub-continente. Tres años después, este espacio para discutir políticas de largo aliento como, por ejemplo, la propuesta de crear un Parlamento Sudamericano, el Banco del Sur y su consecuente proyecto de moneda común, generar un corredor bio-oceánico para maximizar nuestra interconexión económica a nivel planetario, y hasta edificar por primera vez en la historia de Sudamérica un Consejo de Defensa Regional donde se armonicen políticas de seguridad y formación de nuestros uniformados sin el auxilio ideológico de la Casa Blanca, sigue pujando por tomar forma definitiva.

Hubo avances e intervenciones existosas de este novel organismo como el informe ante la intentona destituyente al presidente Evo Morales en Bolivia, o la mediación en el conflicto por la intromisión de Colombia en territorio ecuatoriano. Pero algunos acuerdos políticos como la elección de un presidente siguen sin cerrarse y su paso en todos los frentes es lento; muy lento, si se tiene en cuenta los tiempos de la política internacional que cada día plantea un nuevo conflicto o desafío a la región.

Hubo también otros datos. En una decisión para rectificar el error histórico de haber expulsado al hermano país de Cuba de la Organización de Estados Americanos -OEA- hace 47 años, la trigésimo novena asamblea de ese organismo consensuó el año pasado volver a aceptarla entre sus Estados Miembro. Fue demasiado tarde. Cuba no aceptó el reintegro y, tiempo después, cuando este organismo, alguna vez llamado el “ministerio de colonias de EEUU”, tampoco fue una herramienta eficaz para revertir el primer golpe de Estado exitoso del siglo XXI de la región, en Honduras, su legitimidad terminó de erosionarse y se vio más clara la necesidad de consolidar una alternativa.

Se iba haciendo evidente la necesidad de un modelo que tenga que ver con los consensos que parecen ir encontrándose en los pueblos latinoamericanos: que profundice y extienda los mecanismos democráticos, que distribuya tanto las riquezas como el conocimiento y las posibilidades de un buen vivir, que haga de la diferencia una virtud de Estados pluriculturales que multipliquen los debates y acuerdos sobre el rumbo y la identidad Latinoamericana.

La posibilidad de que esta renovada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños pueda avanzar con los saldos pendientes de los diversos bloques de integración de nuestra región es muy estimulante.

No se trataría de reemplazar ninguno de ellos, pero si darles una dirección centralizada, que logre poner por delante los temas estratégicos que quedan diseminados en las discusiones aisladas de cada bloque. Argentina logró allí que los 33 países presentes apoyara su reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas; unos días después, el nuevo presidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, aseguró en su emotivo discurso de asunción que “desde el Río Bravo hasta las Islas Malvinas vive una sola nación latinoamericana”.

Un viejo lema de la militancia asegura “unidad para luchar, organización para vencer”. La Patria Latinoamericana tiene un potencial de autosuficiencia energética y alimentaria que le debería permitir unificar las políticas de Estado para que, antes de discutir alianzas y tratados inter-bloques, pueda encaminar una producción integrada para el desarrollo.

Recién cuando ese rumbo deje de ser errático, la Comunidad regional estará en condiciones de firmar tratados simétricos, en vez de transformarse en el mercado ampliado de los países centrales que necesitan expandir la oferta para paliar su crisis interna. Ese va a ser nuestro planteo como clase trabajadora ante la propuesta de la Unión Europea de firmar un Tratado de Libre Comercio con el Mercosur y estamos convencidos que es la única vía que permitirá a nuestros pueblos el desarrollo sostenible del que tanto se ha hablado.

Ojo que las brisas de cambio no soplan aún como vientos. Es verdad, también, que Perú y Colombia con sus Tratados de Libre Comercio con Washington, y el que firmarán el próximo 18 de mayo con la Unión Europea, más el apoyo a la militarización de la región, vienen bosquejando un débil pero persistente contra-eje a la integración regional.

El cambio de bananas, arroz y azúcar (tales son las lineas de productos que lograron ampliar su ingreso a la UE) por automóviles, seguirán trazando el dibujo de lo posible sobre lo necesario. Hasta tanto la organización venza el posibilismo y esa relación de ida y vuelta que hay entre el escenario internacional y las decisiones nacionales empuje a que nos constituyamos finalmente como lo que somos capaces de ser: una gran potencia regional.

No es solo una consigna: en volúmenes de PBI y superficie territorial, Latinoamérica aparece como la cuarta potencia mundial en términos de bloques regionales. Posee, además, casi un tercio del agua dulce del mundo y, gracias a la Amazonía, la reserva en biodiversidad más grande del planeta que resguarda minerales esenciales incluso para la industria aéreo-espacial. Por si fuera poco, juega en las grandes ligas en dos tópicos estratégicos: alimentos e hidrocarburos. Eso somos si nos permitimos ser nosotros mismos.

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