
Hace tres años que se formó el único club del mundo que lleva el nombre del mítico Ernesto Guevara. Una activista de ATE fue la mentora y convocó a chicos de los barrios humildes de Jesús María para combinar fútbol y conciencia social, en uno de los núcleos sojeros más duros de Córdoba. Algunos integrantes del equipo participaron el año pasado en el Primer Encuentro de Jóvenes hacia la Constituyente Social.
Transformados en pasiones argentinas, Ernesto Che Guevara y el fútbol se unieron tras el sueño de un DT cansado de transitar clubes ajenos y una afiliada de ATE que tiene al rosarino como referente universal. El club social y deportivo Ernesto Che Guevara comenzó a tomar forma a principios de 2007 en Jesús María, ciudad ubicada a 50 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba. Junto a Claudio Ibarra, Mónica Nielsen, trabajadora del archivo municipal, soñó unir las pasiones argentinas en una sólo idea, que se hizo práctica con la convicción y el esfuerzo de jóvenes que trabajan durante el día y entrenan de noche, como sucede en los clubes amateurs de nuestro país.
Los chicos juegan y aprenden de a poco quién es realmente ese tipo que aparece en las remeras, que los movimientos sociales tienen por bandera, que Cuba adoptó como prócer y que los trabajadores argentinos cada tanto miramos de reojo, como queriendo juntar cojones cuando la situación lo exige, aunque nunca alcancemos a dar la talla.
Sabido es que el Che era un deportista todo terreno y que atajó un penal para la historia en un campeonato regional en la lejana ciudad colombiana de Leticia, cuando andaba yirando con Alberto Granados por la América del Sur, conociendo y cambiando su cabeza para siempre.
Mónica es la presidente de la institución y llega en bicicleta hasta el Club Ferro de Jesús María, donde El Che jugará de local este año a cambio de mantener la cancha y levantar una tapia derruida por los años. “Acá se cerraron la mayoría de los clubes que había. Trastocaron en inversiones inmobiliarias”, cuenta Mónica. Inversiones al ritmo de la ganancia que vierte en la ciudad la producción sojera, reina local que impuso largos días y noches de cortes ruta, en el 2008.
Por eso el mérito del Club Atlético, Social y Deportivo Ernesto Che Guevara es doble, ya que, además de rescatar la imagen del guerrillero justo y unirla al deporte más bello, cumple con un rol social esencial en todos los barrios del país. Los clubes juntan a la familia, promueven actividades provechosas para el físico y la mente, brindan un espacio de distensión después de la semana cargada de laburo y canalizan las inquietudes participativas de jóvenes y adultos.
El Club empezó sin nada, sólo un grupo de chicos que se desprendieron de otro club donde no tenían espacio ni respaldo de las autoridades. Empezaron a juntarse a entrenar en una plaza, hasta que lograron que el gobierno provincial les prestase el polideportivo para hacer las prácticas, y otros clubes les alquilaban sus canchas para que El Che jugase de local. En ocasiones el club cedía la localía. Este año, en el Ferro, los jugadores están más tranquilos porque no tener que cambiar de lugar.
“Mónica, ya voy a traer la bordeadora”, le avisa uno de los jugadores a la presidente del Club mientras corre alrededor de la cancha, entre los pastos están altos. “Es que la cancha está abandonada hace rato y nosotros la tenemos que acondicionar”, dice Nielsen al Periódico de la CTA.
En la actualidad El Che cuenta con equipos en las categorías primera, reserva, sub 16 y sub 12. El hermano de uno de los jugadores de la primera es el DT de las inferiores.
“Del grupo que empezó muchos se fueron y después volvieron. Pasa que al principio no aceptaban el espíritu solidario que propugnamos desde el club. Entonces nosotros también dijimos que ‘el que sólo quiere ser jugador de fútbol puede buscarse otro lugar para jugar, acá hay reglas y nuestro espíritu no sólo apunta a formar jugadores sino seres humanos comprometidos con su época. Para eso hace falta ser solidario, trabajar para el barrio y ser generoso y agradecido con los que nos ayudaron hasta hoy”, reseña Nielsen.
No es fácil luchar contra el individualismo de una sociedad cuyas redes sociales se rompieron como consecuencia de las políticas neoliberales, que aun hoy gobiernan la provincia de la mano del gobierno de Juan Schiaretti, continuador de José Manuel De la Sota. “Habría que preguntarse qué pasa con una sociedad que no contiene a los jóvenes, que no les brinda espacios. En ese sentido somos una institución contracorriente y estamos en el camino de formar hombres, como decía el Che, que trabajen y estudien, que sean útiles a la sociedad”, afirma Mónica.
Y agrega: “porque ellos tienen que ser los dirigentes del futuro. Muchos son de origen humilde y, por eso, pareciera que nunca van a poder levantar cabeza y que siempre tendrán que hacer los trabajos más pesados, los peores pagos. Pero no –enfatiza-, el Che nos muestra con su ejemplo que podemos luchar por una sociedad mejor, y por eso es más importante que nunca que su imagen y su obra estén presentes entre los jóvenes”·
Después de jugar un tiempo, los jugadores empezaron a demandar películas y libros del Che, les picó la curiosidad por conocer con mayor profundidad la historia del hombre que se convirtió en revolucionario. “Yo no les digo mucho, no los jodo. Ellos solos van interiorizándose a medida que les surgen preguntas. Tenemos que aprender a no menospreciar a los jóvenes, porque si se sienten valorados van a pedir más información, no se cierran en sí mismos y paulatinamente se van formando”, señala Nielsen.
Julián Aguirre es el actual DT de la primera y la reserva. Fue jugador de Talleres de Jesús María y tiene a dos de sus hijos entrenando en el club. Al costado de la cancha, pega un par de gritos y los jugadores empiezan a correr. “Está bueno que exista un club como este, con un objetivo social, para sacar a los chicos de la calle. Que no tomen ni se droguen. Ahora también los estamos haciendo estudiar. Vamos progresando día a día”, asegura el técnico.
Los chicos aprendieron a juntarse y trabajar por una identidad en común. “No es lo mismo juntarse a perder el tiempo que si podemos hacer algo entre todos para dar una mano, como la actividad que hicimos hace poco para juntar mercadería para mandar a Haití, después del terremoto”, reflexiona Julián.
Para el DT, la gente cambió mucho su relación con los clubes, en comparación a sus épocas mozas. “Antes las canchas se llenaban de gente del barrio que nos venía a ver. ¡Era de lindo ver a la gente contenta! Armábamos unos partidazos. En cambio ahora todo es distinto. Por eso tratamos que la gente vuelva a ver a los chicos, que no se pierda esa costumbre”, piensa en voz alta.
A la hora de recordar que imagen del Che tenían los jugadores antes de entrar al club las respuestas varían. “Yo sólo lo conocía por el nombre, o por verlo en los afiches. Capaz que tenía la idea que había sido un revolucionario, pero nada más. Al entrar al club empezamos a viajar, fuimos a Alta Gracia a conocer su casa, a Rosario también. Eso estuvo bueno”, comenta Jonatan González, de 18 años, que juega de delantero y reconoce que el año pasado tuvo el arco un poco cruzado. “Espero mejorar en este campeonato. Hay que rendir, ¡si incluso nos vino a entrevistar la televisión de Francia! Cuándo iba a salir un pibe como yo de Jesús María en Europa”, se ríe Jonatan antes de salir corriendo a ‘hacer’ fútbol a la mitad de la cancha.
Para Walter Mamondi, de 18 años y puesto de enganche en la primera, la experiencia de formar un club lo llena d orgullo. “Somos los fundadores, como lo fueron en otros tiempos los que formaron los equipos grandes de argentina. Espero que dejemos una huella para que los chicos que nos sigan puedan disfrutar del club y entiendan que el trabajo en el barrio, solidario, para dar una mano a la gente sirve para que vivamos mejor”, asegura Mamondi.
Después de empezar a jugar en El Che, Walter quiso reingresar al secundario para terminar el bachillerato pero su trabajo como albañil no le deja tiempo, por ahora. Sin embargo, siempre impulsa a otros jóvenes para que completen su formación educativa. También, se alegra que su padre se hay acercado a la cancha a verlo jugar. “Antes, cuando jugaba en Alianza nunca había venido, pero ahora está apoyándome. Este club está generando mística”, dice el 10 de El Che.
Ezequiel Santero también sueña con que el club se grande algún día, “como es grande la imagen del Che. Acá tratamos que los pibes no vayan por el mal camino. La imagen de Guevara es un ejemplo para todos. Yo, particularmente, estoy orgulloso. Que el club se llame El Che significa mucho, él era un idealista y yo pienso parecido respecto a la necesidad de un cambio social. Quizás mi pensamiento no sea tan radical como el de él, pero me gusta que la gente tenga un idea y que luche por ella”.
La bandera del Che engalana los partidos de la Liga de Fútbol de Jesús María. Dentro y fuera de la cancha se percibe una mística especial. “El nombre del club no es casual. Implica una forma de ser y de hacer las cosas. El Che era un rebelde, pero un rebelde con causa, y eso es lo que queremos transmitirles a los chicos”, sostiene Mónica Nielsen. Como señala la web del club, ella, junto a sus amigos y un grupo de pibes, sigue soñando en grande: “Mi próximo objetivo es tratar de que Silvio Rodríguez apadrine y apoye al club”.
No se trata de una canción de Carlitos ‘la Mona’ Jiménez, sino de una realidad que viven diariamente los jóvenes y adolescentes de los barrios humildes de Córdoba. La acción policial, mediante la aplicación abusiva del código de faltas, genera centenares de detenidos bajo la figura del ‘merodeo’ o la ‘averiguación de antecedentes’, herramientas que transforman al comisario en acusador y juez al mismo tiempo, ya que no hay instancias superiores de apelación, y quien se anime a quejarse extiende su estadía en la comisaría.
Varios jugadores del Club Che Guevara sufrieron este abuso policial y debieron ser sacados de los calabozos por la presidenta del club. Mónica Nielsen hizó una denuncia ante el INADI y pidió asesoramiento a Vitín Baronetto, secretario adjunto de CTA Córdoba y director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba. “Les mandé notas a los intendentes de Jesús María, Marcelino Gatica, y de Colonia Caroya, Rodolfo Vicintín, quejándonos por la situación y exigiendo paren con la persecución a los chicos. Nunca nos recibieron pero tampoco hubo más detenciones”, explica Nielsen.
El DT de la primera del club se queja de un abuso que es constante. “Veo como lo sufren los chicos del barrio. Antes la policía no estaba brava como ahora. Nadie puede ser detenido porque su cara no le gusta a la autoridad”.
Tres jugadores del Club Che Guevara participaron en el Primer Encuentro de Jóvenes Hacia la Constituyente Social que se desarrolló en la ciudad de Embalse, en agosto del año pasado.
“Estuvo bueno, fue nuestra primera experiencia de participar en una actividad de ese tipo. Éramos más de 1200 pibes, 200 organizaciones de todo el país. Se fijó como prioridad trabajar la campaña El Hambre es un Crimen, del Movimiento de Chicos del Pueblo”, cuenta Walter Mamondi.
A pesar de ser una ciudad en apariencia rica, por el aporte sojero, Jesús maría tiene barrios carecientes donde las necesidades se hacen sentir. “Los chicos vinieron felices. Como todo joven, les encanta participar de actividades con gente de otros lados del país. Es necesario que ellos discutan con sus pares, que participen en acciones colectivas. Ese es el espíritu que queremos que tenga el club”, confirma Nielsen.
El club no cobra cuota a los jugadores para que participen del equipo. Sus actividades se sostienen con la contribución solidaria de un bono que cuesta 10 pesos por mes, y por la venta de camisetas. Quienes estén interesados en dar una mano, ya sea comprando el bono o adquiriendo una camiseta, pueden comunicarse, escribiendo a moninielsen@hotmail.com o llamando al (03525) 15506975.
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