
La existencia de los pueblos originarios es inseparable de la tierra cada vez más ajena envenenada por el glifosato de los pool de soja o el cianuro de las minas extranjeras. El latifundio y el modelo que tiende a la concentración de la producción los arrincona. Ellos son la memoria del despojo y la derrota pero también la tierra que se pone de pie desde Bolivia a Chiapas.
Los condenados de la tierra vuelven a sentir la alegría y el orgullo de la rebelión, cada vez más convencidos que en la pelea contra el modelo que plantea el Imperio, se juega la vida misma del planeta.
Soja para el para el alimento de ganado, árboles para celulosa, caña de azúcar, petróleo y minería son la especialización que las grandes corporaciones planificaron para el Cono sur. Cultivos como la soja necesitan de extensiones superiores a las trescientas, quinientas hectáreas para ser rentable. Una producción familiar de cien hectáreas puede ocupar hasta 35 personas. Para quinientas hectáreas del transgénico, alcanza con un trabajador. El mar de soja crece indetenible ahogando las comunidades de los pueblos originarios.
Para el agronegocio interesa la concentración de la producción antes que de la tierra. Las compañías mineras y el pool sojero necesitan la tierra mientras produzca. Ya desertificada puede quedársela su dueño. Los pequeños productores alquilan sus campos y se van a vivir con la renta a un departamento de la ciudad. Al peón, le queda el peor destino: recalar en la villa miseria en busca de trabajo.
A pesar de la nueva modalidad de explotación, la concentración y extranjerizacion de la tierra no se detuvo. El 1,3 por ciento de los propietarios tiene el 43 por ciento de la superficie argentina.
En noviembre de 2006 se probó la Ley 26.160 que declara “la emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas originarias del país”. No es por falta de legislación progresista en la nación y en algunas provincias que los desalojos de tierra continúan afectando a las comunidades indígenas de todo el país. La ley está, el problema es que no hay quien la aplique.
Jorge Nahuel, coordinador de la Confederación Mapuche entiende que el modelo productivo que “el gran capital le asignó al continente no puede ser cumplido sin una política de despojo de los pueblos originarios. Es en nuestros territorios donde hay reservas estratégicas como son petróleo, minerales, el bosque nativo, los recursos turísticos y fundamentalmente el agua”.
Nahuel opinó que los intentos de desalojo que sufren permanentemente los pueblos originarios “son consecuencia de esa política porque a medida que el sistema necesita inyectar sangre en sus venas o lo que es igual, recursos que permitan seguir funcionando su mundo industrializado, será mayor el grado de conflictos con quienes habitamos esos territorios. Son dos mundos, dos culturas, dos civilizaciones conformados por valores y proyectos antagónicos. Por eso, hasta ahora la única respuesta a nuestros reclamos es la represión y la “justicia” que criminaliza la lucha mapuche”.
Deolinda Carrizo del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), que es parte Movimiento Nacional Campesino e Indígenas plantea que “el sistema dice que la tierra es de quien la explota. Nosotros pensamos que es de quien la trabaja. La soja transgénica significó la expulsión de miles de familias, la contaminación del agua y las semillas. Ellos necesitan cada vez más tierras y entones vienen con sus parapoliciales a amenazarnos y golpearnos para que nos vayamos. En los juzgados se apilan denuncias sobre secuestros, torturas. Todo vale a la hora de expulsar al campesino de la tierra que ha habitado por generaciones”.
Para el dirigente mapuche Relmu Ñamku, las garantías jurídicas son solamente para los empresarios y terratenientes que explotan territorio indígena. Se desconoce el marco jurídico que resguarda los derechos de nuestros pueblos. En Neuquén tenemos más de 50 causas judiciales que afectan a 150 autoridades mapuches de diferentes comunidades. Los cargos en general son por usurpación, resistencia a la autoridad.
En el Chaco, el dirigente toba Higinio Canteros dice “gran parte de las tierras están en manos del estado, sería importante que esos campos fueran destinados a pequeños y medianos campesinos, pueblos originarios. Pero es al revés, no pasamos peleando para que no nos desalojen. Estos días afrontamos un problema serio en la zona de Bermejo donde han aparecido supuestos dueños de nuestras tierras. Pasa todo el tiempo. La tierra vale mucho y nosotros somos débiles, débiles de derechos y entonces aprovechan…” Perder la tierra es como la muerte misma. Las agroindustrías como las mineras vienen por el agua, otras veces la contaminan. No es el único riesgo, la arrocera que en Bermejo quiere quedarse con tierras tobas, es la responsable, cuenta Higinio, de la contaminación del agua, que ya ocasionó la muerte de un niño de la comunidad.
El referente Toba calcula en 40 mil a sus hermanos que en muchos casos se quiebran y “terminan en la ciudad, en alguna villa. No hay trabajo. No hay tierra.
Sólo hambre y enfermedad. Muchos jóvenes se van”. Pero no todos, “hasta logramos tener un médico, es el primer toba que se recibe. Todavía no tiene trabajo pero para nosotros es un orgullo”.
“Esa empresa arrocera de la que le hablaba están arando arriba de nuestro cementerio. Qué mayor ofensa nos pueden hacer? Nos quieren borrar los antepasados, nuestra historia”.
Canteros exige “venimos pidiendo un relevamiento provincial de tierras. No queremos caridad, solo que nos devuelvan nuestra tierra para vivir en armonía. Producimos alimentos que se necesitan, si podemos vivir dignamente podemos contribuir al mercado interno. Eso no perjudica la población. Va si contra los intereses de grandes grupos económicos”.
La contaminación y la muerte son formas de expulsión. Deolinda Carrizo explica que las fumigaciones significan “problemas genéticos. Nuestros animales engendran monstruos. Cabras sin cabeza. Los más pequeños se lo pasan en el hospital. El glifosato con el que fumigan es sinónimo de cáncer y otras enfermedades. Hay muchas denuncias pero nunca pasa nada”.
En el Impenetrable, territorio ancestral toba y wichí, la deforestación significó la desaparición de animales y vegetales que eran la fuente de alimentación de estos pueblos. No es un problema privativo del Chaco. Se talan por hora en el país el equivalente a cuarenta canchas de fútbol. Con la desnutrición vienen enfermedades como hipertensión, dibetis, tuberculosis, chagas. 60 mil indígenas sobreviven en estas condiciones. El Instituto Aborigen Nelson Mandela denunció que la situación de la provincia es de un genocidio étnico silencioso que continúa hasta hoy en día. Ser calcula que el 80 por ciento de la población indígena padece de desnutrición. El agua suele tener altos contenidos de arsénico por lo que las poblaciones dependen de camiones aguateros de la municipalidad. Andar mal con el intendente es poco menos, que quedar en el desierto.
Periódicamente la desnutrición esquelética y la muerte de un niño toba o wichi encuentra un espacio en los noticieros de televisión frente a los cuales suelen almorzar o cenar, quienes aún pueden ver tanta miseria como un mundo distante. En televisión uno no muere tan solo, ¿o es igual? Se hace alguna colecta de esas que sirven a la gente para sentirse “buena”, pero la tragedia no tarda en volver a ser estadística. Cuatro mueren por día por causas evitables. Cinco?. Son las reglas del sistema, donde los pueblos originarios están entre los perdedores, o mejor dicho: las víctimas.
La cotizada y selecta Villa La Angostura está edificada sobre territorio mapuche. Unas 625 hectáreas que en 1902 el gobierno nacional entregó a esa comunidad. Desde entonces los tobas no han dejado de sufrir intentos de desalojo.”Arandina”, segunda lonko cuenta “nos fueron sacando metro a metro. Todo el territorio de Villa La Angostura está sobre lo que era nuestra comunidad. Defendemos las últimas 200 hectáreas. Todo es del extranjero o de los grandes propietarios. ¿Qué nos queda por sufrir? Nos han quemado casas, amenazado, apaleado. Y para colmo no hay policía ni Justicia que nos ayude. El gobierno provincial no nos atiende”.
Mapuche significa “gente de tierra”. Le preguntamos a Rosa Sobrazo, de la comunidad Paichil Antria, como es imaginar vivir sin tierra. “El terror al desalojo hizo que mucha familiar no quieran sembrar. Vivimos de las artesanías y el turismo. Cuando saben que somos de la comunidad nos despiden de los trabajos. Los jóvenes también tienen miedo de andar en la calle y que la policía los arreste”.
Justicia y Estado suelen ser un arma eficaz para criminalizar todo cuestionamiento al modelo, opina Nahuel. “El Estado responde a su naturaleza. Fue creado por una elite oligarca y terrateniente un siglo y medio atrás y responde a estos patrones. Hay que darle seguridad al inversor a través de someter a la inseguridad jurídica a los pueblos indígenas. Esa situación, de una justicia funcional a los intereses de los grupos tradicionales de poder económico, se agudiza en las provincias donde la alianza entre el estado y las oligarcas es más directa y hay mayor impunidad”.
El historiador Gerardo Ghioldi dice que la plaza central de la Villa la Angostura está ubica sobre el viejo cementerio mapuche. Sin saberlo, los niños juegan sobre las tumbas de los antepasados de la comunidad Paichil Antriao. Para el historiador, es una acción más pera “invisibilizar” a los mapuches.
En 1665, desalojados de sus tierras y después de atravesar medio país, la comunidad diaguita se estableció en Tucumán. No le aguardaba la paz. Basta recordar los últimos episodios de esa historia de persecuciones. En septiembre pasado más de centenar de policías amparados por las sobras de la madrugada tomaron por asalto la comunidad indígenas de Quilmes. Dos días después grupos armados entraron en otra comunidad diaguita “El Nogalito” de Lules. El 12 de octubre de 2009, la policía volvió a intentar otro desalojo en Chuischagasta, esta vez a los tiros, asesinado al líder de la comunidad Javier Chocobar.
El periodista Mario Quinteros, quien firma sus artículos como Calchaquí nos dice: “El actual modelo productivo definido como un modelo de acumulación con matriz diversificada es lo de siempre, desde que el europeo llegó a las costas del Abya Yala. A partir de ese momento comenzó otra etapa en la historia de Europa: pudieron disponer de especies vegetales, animales, territorios y recursos naturales para su desarrollo. Tanto es así que de acuerdo a nuestro Eduardo Galeano el desarrollo de ellos impulsó nuestro subdesarrollo.Primero, en particular en el centro y sur de nuestro continente, los españoles con su avaricia, que los llevó a malinterpretar el mito de “Eldorado” convirtiéndolo en una fiebre acaparadora, se apoderaron de tierras que nunca desarrollaron con la participación y el beneficio de nuestra gente a la que utilizaron como esclavos para desarrollar con nuestro oro el norte del mundo en particular Europa y luego EE UU y Canadá”.
“Este modelo productivo dura hasta nuestros días”, advierte Calchaquí. Es el modelo de los agro-negocios que jaquearon al gobierno, también lo es el modelo extractivo de los recursos naturales como la minería a cielo abierto a lo largo de la cordillera argentina y chilena, actividad a la que la administración nacional no le pone límites, sin duda porque debe tener fluidas relaciones con los capitales que la sustentan. Unos y otros (agricultura intensiva en gran escala y minería) buscan apropiarse de la tierra para hacer negocios envenenándola. La cuestión del envenenamiento los tiene sin cuidado puesto que tanto empresarios como consumidores viven en el primer mundo al cual tratan cada vez menos de envenenar y se lanzan a hacerlo en el mundo subdesarrollado”.
El periodista señala que la minería es otra de las grandes maldiciones de los pueblos orginarios y pone como ejemplo la lucha del pueblo diaguita de Andalgalá (ver páginas 18 y 19) que dejó en evidencia “el servilismo de las autoridades del estado nacional y de la provincia de Catamarca que no escuchan el clamor de los pueblos, el silencio cómplice de los medios”.
Dice en este sentido que “este viejo modelo productivo, es un tema pendiente aún sin resolver, más allá de que en siglos de “independencia” de las elites criollas que en realidad no rompieron con la dependencia porque, sencillamente, siempre estuvieron alienados por modelos ajenos que no interpretan nuestra realidad. Se suele recordar a Domingo Faustino Sarmiento como el “paladín” de la intelectualidad y visionario del desarrollo argentino, aunque no fue el único que la pifió con sus predicciones europeizantes por sobre José Carlos Mariátegui u otros americanos. Desde entonces hasta ahora los pueblos del Abya Yala luchan por emanciparse. Primero. ofreciéndose a los ejércitos criollos para correr a los españoles. Luego, con el avance del capitalismo industrial y el comienzo de la reivindicación de los derechos de los trabajadores, organizándose en gremios que dieron como resultado gestas que debiéramos recordarlas más a menudo, La Patagonia Trágica , La Forestal , La Semana Trágica.
“Posteriormente, a caballo de las ideas socialistas que nunca fueron aplicadas con lente propia en nuestro continente, pero por la que sin embargo ofrendaron sus vidas jóvenes que buscaban la dignidad latinoamericana, en particular mediante la guerrilla del campesinado”. Ahora, la lucha por la emancipación está cobrando otras formas distintas a las de décadas pasadas. “Hoy plantean la defensa del territorio (entendido éste como el hábitat). En ese sentido, los pueblos Indígenas tienen mucho para decir y proponer como camino a la liberación continental”, dice Calchaquí.
El latifundio y la extranjerización de la tierra corren parejos. Benetton, Douglas Tmpkins, Charles Lewis, Ted Turner son apenas algunos de los felices propietarios de enormes extensiones de tierras. De sur a norte, gran parte de la Argentina ha quedado en manos de “ricos y famosos” o sociedades extranjeras
Para Nahuel la extranjerización de la tierra se amplió debido a la legislación vigente que alienta a invertir en tierra pública sin ningún condicionamiento. “Hay una política de promoción para vender a precio vil enormes extensiones que quedarán en manos de los especuladores de tierras”.
El referente mapuche Relmu Ñamku señala que “los dueños de las estancias que se instalaron entre 1890 y 1920 son un verdadero manojo de nombres ilustres como Jorge Newbery (18.000 has), Flia Zingoni (250.000 has), Familia Rambeau (93.642 has), Juan Lagos Mármol (24.000 has), Familia Camino (21.000 has), Carlos Miles (58.000 has). Fue la etapa donde la llamada “tierra pública” pasó a manos privadas a través de diferentes métodos fraudulentos con plena participación y complicidad de organismos públicos, jueces de paz, comisarios, dirección de tierra y catastro, etc. Durante los primeros quince años de este período se repartieron más de 3.572.203 hectáreas sólo en Neuquén.
La Argentina produce para alimentar varias veces su población, son embargo hay niños que mueren por desnutrición. Las dos terceras partes de la humanidad tienen hambre pero no por falta de alimentos, sino porque es una de las reglas de la Ley de Mercado. Las relaciones sociales que caracterizan al capitalismo necesitan que los alimentos se produzcan no en una cantidad que alcance para todos, sino en aquel volumen que los haga rentables para los dueños del capital.
La fiebre neoliberal significó una reforma agraria a revés. El expropiado fue el propietario pequeño que a pesar de que representa más del ochenta por ciento de población agraria terminó ocupando sólo el 13% de la tierra. El 4% de los propietarios se quedo con el 65 % de la tierra con capacidad de producción. Durante el menemismo, más de 200 mil familias fueron expulsadas del campo.
Los agronegocios que concentran la producción sin necesidad de quedarse con la tierra que alquilan agrega complejidad al fenómeno. Ya no se trata solo de reformular la tenencia de la tierra sino de recuperar la soberanía alimentaria garantizando desde el estado que la tierra sea vista como un bien social y no especulativo. Los alimentos no dejan de subir. Los bosques desaparecen. Crece la desertización y los cambios climáticos. Más que nunca la tierra no puede tener otra prioridad que la alimentación de los habitantes de la nación. “Ya no sólo se trata de tenencia del suelo o reforma agraria, tenemos que reaprender a amar la tierra para que no la sigan matando con el glifosato de la soja, el arsénico de las minas”, dijo Alterio Lamas, dirigente campesino venezolano.
“En contraposición al mundo burgués, lo indígena sabe de un mundo previo a los rigores coercitivos del mercado y el capital”. dice Rodolfo Kusch. No es casual que los pueblos originarios de Bolivia a Chiapas hayan sido una de las principales trincheras contra el neoliberalismo. Basta ojear una declaración del MOCASE: “el modelo nos quitó la cultura, tenemos que aprender lo desaprendido, lo tradicional de nuestros abuelos como sembrar sin agroquímicos, cuidar los bosques, respetar los ríos, la Pachamama, creer en la sabiduría del monte y leyendas propias”.
“La tierra es más que fuente de trabajo y alimento, es cultura, comunidad, historia ancestros, sueños, futuro, vida, madre. Vivimos una ofensiva que pretende convertir a la tierra y los recursos naturales en mercancías contra la vida misma de los pueblos. Agua, bosques, tierras, paisajes van
perdiendo su carácter de patrimonio colectivo, confiscados por intereses privados que la agotan o contaminan con la complicidad de los gobernantes”, dicen en el otro extremo del continente, los zapatistas.
Desde la Confederación Mapuche se prepara un malón sobre Buenos Aires, del que participarán las distintas naciones indígenas: “La marcha está sostenida en la deuda histórica del Estado con los Pueblos Indígenas que durante dos siglos han ninguneado. Será la oportunidad para que el Estado rehaga el vínculo roto cuando decidió invadirnos y hacernos víctimas de un terrorismo de estado que significó destierro, desaparecidos, desintegración comunitaria, en definitiva: intento de exterminio. Llegaremos a Plaza de Mayo en la Semana de Mayo para proponer un nuevo pacto con el Estado. Puede ser la visagra para otro modelo de Estado basado en principios que hoy están vaciados de contenido: democracia, equidad, respeto de la diversidad cultural”, finaliza Nahuel.
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