
Andrés tiene 23 años y desde hace cuatro trabaja en la multinacional de informática IBM. En sólo cinco meses aprendió a responder las preguntas de sus compañeros, a convocar a asambleas y lo que significa la falta de libertad y democracia sindical.
“Estamos peleando para que los trabajadores reconozcan que esto es legítimo, que estamos defendiendo un derecho básico, que es nuestro derecho a organizarnos y discutir nuestras condiciones con la empresa”, dice seguro, convencido.
Es la hora del almuerzo. Andrés salió de su oficina, en la ciudad bonaerense de Martínez, para poder charlar acerca de este nuevo rol que le toca protagonizar. Ser delegado en una empresa que en sus 85 años de vida en la Argentina nunca tuvo que negociar con un sindicato que representara a sus trabajadores. “Conozco bastante la historia de IBM, más bien la sufrí”, dice el joven trabajador que no oculta su entusiasmo. “Mi viejo tiene casi 30 años de empresa. Y pude ver, desde que tengo registro, cómo en todos estos años ha ido cambiando la política. IBM siempre vendió una política de puertas abiertas, del trabajo para toda la vida, y era como innecesaria una organización de los trabajadores. Pero en los últimos años la cosa está cada vez peor. Las políticas cambiaron un montón y pasó de ser una empresa más humana, a ser lo que es hoy. Una empresa que el año pasado no dio aumento, que cada vez recorta más y hasta saca de las oficinas las máquinas de café”.
Cuando tenía 19 años y se había recibido en una escuela técnica como electrotécnico orientado en las telecomunicaciones, Andrés entró en IBM atendiendo el teléfono en el área de call center. Unos meses más tarde lo trasladaron y hoy se encarga de dar soporte telefónico de un producto que la empresa vende en toda América de habla hispana. “Yo la sufrí desde que entré. Imaginate. En cualquier call center los turnos son de seis horas y en IBM son de nueve. Y siempre fui crítico. En todo, en la secundaria, en toda mi vida. Pero ahora se trata de hacer algo práctico con la crítica. O sea, pasar de la crítica a la práctica concreta. Y por eso soy delegado”. Toda una definición.
A la hora de poner en palabras el desafío asumido, Andrés no duda. “En IBM hay que pelear contra dos cosas. Por un lado, la propia conciencia de los trabajadores, porque lamentablemente no estamos en una fábrica. En nuestro laburo no existe el espíritu colectivo, todos son individuales, todos pelean por su situación. Y eso lo generó IBM todos estos años con una política muy bien armada. Y lo otro es que muchos creen en serio que no es necesario tener una organización que los represente. Algunos hablan de miedo, pero yo creo que pasa también por una cuestión de status. Muchos se comen el verso y venden ese status, aunque en verdad eso no se ve reflejado en el bolsillo de nadie”.
Pero él no es el único que está mirando para adentro, tratando de entender, tratando de organizar a pesar de todo. “Lo que yo pueda decir o aportar no creo que afecte mucho la decisión de nadie. Lo que si puede cambiar las cosas son los hechos concretos. Hace tres meses, en IBM, todo el mundo tenía miedo de decir la palabra sindicato en un pasillo y que lo rajen. Y hace tres meses 17 personas pusimos la cara y le dijimos a la empresa que nos postulábamos a delegados. Qué prueba más contundente se necesita para demostrar que el miedo no sirve, que con el miedo no hacemos nada. La cosa no pasa por no tener miedo, sino por tener coraje, por asumir que estamos defendiendo un derecho básico”.
Es así que finalmente en enero se hicieron las elecciones en IBM. Y votaron 514 trabajadores y trabajadoras. Ahora los delegados tienen mucho trabajo. Hicieron una consulta masiva en todas las oficinas. Y van por más. Acompañados por Sindicato Cepetel y por la CTA. “Empezamos con reuniones en noviembre del año pasado. Eramos cuatro o cinco, depende. Pero la cosa fue creciendo. Y por eso resolvimos hacer las elecciones, porque teníamos casi cien afiliados en incógnito. Si se llegaba a filtrar la información IBM los iba a rajar al toque. Inventaba cualquier cosa y chau, teníamos despedidos. Pero bueno, hicimos las cosas bien realmente y llegamos a este punto tan importante”, reconoce el joven delegado.
Ahora, con más calma, se detiene a mirar un poco atrás. Y piensa en cuales eran sus expectativas cuando se acercó a la primera reunión. “Estaba convencido de que la única forma de resolver esto era organizando algo desde las bases. Y sin discriminar, que estén todos, los contratados y los efectivos. Por suerte me encontré un planteo similar de parte del gremio. Así nos dimos cuenta de que la mejor forma no era crear algo nuevo sino aprovechar el respaldo que nos daba el Cepetel, que además compartía esta ideología de hacer algo democrático. De hacer algo distinto”, reconoce.
En cambio muy poco sabía de la Central. “Sabía de la diferencia entre la CTA y la CGT y todo eso. Pero no estaba familiarizado de cómo era, de cuales eran los planteos. No estaba tan metido en el tema. Uno va juntando experiencia y conocimiento a medida que se va involucrando. Ser delegado es un crecimiento constante. Porque yo me paro tres meses antes y no puedo proyectar lo que estamos haciendo ahora, sería imposible”, dice Andrés.
Y aunque no lo sepa aún, la idea de nuestra CTA ya es suya. “Nosotros representamos, nosotros no estamos en una situación de poder. Nosotros representamos lo que entre todos resolvamos. No vamos a una asamblea a bajar línea o a decir que es lo que ya se decidió en otro lado. ¿Se entiende? Quizás muchos compañeros no valoran eso porque nunca estuvieron en un sindicato donde no se hacen asambleas o donde sólo sirven para bajar línea de lo que hay que hacer. Pero bueno, nosotros estamos construyendo en la práctica cotidiana una organización entre todos”, reflexiona.
Andrés viaja todos los días desde el barrio porteño de Saavedra, donde vive, hasta una de las oficinas que la empresa tiene en la zona norte bonaerense. En su camino va pensando en las cosas por hacer. En el futuro cercano. “Vamos paso por paso. Lo primordial es lo salarial, eso seguro. Aunque sabemos que nos va a costar un montón. Por eso no metemos tanta expectativa. Pero si me preguntás cual sería el mayor logro te digo que sin duda sería conseguir el reconocimiento, demostrarle a IBM que somos los representantes de los trabajadores. Y sabemos que eso depende exclusivamente de nosotros”.
Su novia vive en Mendoza. Y también milita en una organización sindical. Se ven todas las veces que pueden. Y comparten sus experiencias. “Se trata de romper lógicas. Tenemos que saber que estamos en esta situación por nuestra propia culpa, y que la solución, por lo tanto, también depende de nosotros. Hay muchos que nunca han peleado. Y no sé si alguna vez lo harán. Pero ellos no me preocupan. Me importan los que creen que se puede cambiar. Eso es lo más importante”. La cronista asiente. Y se le acaban las preguntas.
Pero Andrés tiene algo más para decir. “Nuestros pequeños logros son todos los días, cada vez que nos reunimos con nuestros compañeros. Por eso creo que vamos a seguir creciendo. Y quizás logremos sentar a la empresa en una mesa. Tarde o temprano, ese cambio social que necesitamos, se va a dar. Hay que crecer. Y estoy convencido que lo vamos a lograr”.
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