
Tiene 34 años y es muy alto. Cuando habla de su militancia y de su gremio se le agranda el pecho y con sus gestos adustos acompaña la catarata de palabras que nacen de su boca. Walter no para nunca, está todo el día atendiendo a sus compañeros en la oficina que tienen dentro de la CTA o hablando por teléfono con dirigentes de todo el país.
Hace 15 años que trabaja como conductor, y aunque dice que siempre estuvo luchando por sus derechos y el de sus compañeros, recién ahora se integra una organización sindical. “Acá todos tenemos muy claro que morimos de pie, de rodillas nunca”, afirma.
“Nací en la Capital, pero siempre viví en San Fernando, en el conurbano bonaerense. De hecho allí tiene su casa, donde viven su mujer y sus tres hijos. Actualmente estoy despedido de la empresa Atlántida. Me echaron hace 8 meses por formar parte de la comisión directiva de la Unión de Conductores de la República Argentina. La familia mucho no entiende, pero bueno. Yo me dedico de lleno a esto porque creo que para esto se nace. El sindicalismo y la defensa de los derechos nacen con cada uno. Se lleva en el pecho, día y noche. Porque acá no hay horarios. Y aunque es muy difícil llevar la vida familiar de esta manera lo estamos intentando”, aclara Walter.
Hacia fines de 2009, los directivos de la línea 57 fueron notificados de que el conductor Carrizo era dirigente del nuevo gremio del sector, la UCRA. Inmediatamente cursaron el telegrama de despido, sin mediar aviso, aduciendo que el trabajador tenía demasiadas ausencias. “Yo estaba de licencia porque había tenido un accidente en mi mano. Dibujaron mi licencia por enfermedad como una inasistencia. Y con eso me echaron. Pero bueno. Ahora las cosas están cambiando. Tenemos otros casos iguales donde la Justicia falló a nuestro favor, así que yo creo que en cualquier momento puede salir una medida cautelar que me permita volver”, dice y parece que sus pensamientos volaran. “En realidad no creo que pueda volver, sería una pérdida política para la empresa y para la UTA. De todas maneras ya perdieron, porque creyeron que muerto el perro se acababa la rabia, y no lo lograron. Hoy tenemos muchos compañeros afiliados dentro de la empresa que se la juegan sindicato. Porque todos tenemos muy claro que morimos de pie, de rodillas nunca”, dice el joven dirigente. Contundente.
Cuando habla de la UCRA no duda un instante, acelera. “En nuestro sindicato las decisiones se toman en asamblea. No existen dirigentes en las cúpulas, existen trabajadores de carne y hueso. Y estamos creciendo. Tenemos representación en 16 provincias y esperamos para fin de año poder tener las que nos faltan”, informa. Y antes de escuchar la pregunta siguiente ya se anticipa. “Sabemos que estamos peleando con un sindicato que maneja alrededor de 600 millones de pesos por mes y nosotros manejamos esto con 2 pesos con cincuenta. Tenemos trabas enormes para poder cobrar las cuotas a los afiliados porque las empresas se resisten a descontarles a los empleados. Pero igual estamos bien posicionados, porque somos referencia gracias al trabajador y no gracias a los grupos empresarios”.
Walter trabajó siempre como conductor. Antes de hacerlo en empresas de media distancia lo hizo en forma particular, en remises. Conoce muy bien como funciona el sector. Y denuncia: “Antes las empresas de transporte eran familiares. Ahora existen tres grupos monopólicos: la empresa Flechabus, que maneja el 35% del transporte en larga distancia; el grupo Plaza, que maneja otro 30%, y un tercer grupo, Vía Trapa, dueña de Vía Bariloche, entre otros, que se queda con el resto de las rutas y el negocio. Además, esa misma concentración comienza a darse en otras áreas, como las de media y corta distancia. Existen empresas de corta distancia que también son terribles monopolios, como por ejemplo Plaza, Nudo, o Larrazabal. Son todas empresas enormes, que se han quedado con paquetes de 25, 30, 50 o hasta 60 empresas de corta y media distancia”, explica.
Y continúa: “El monopolio hizo que el mercado de trabajo se transformara y que fuera una experiencia horrible, sinceramente, trabajar para una empresa de transporte. Tenemos compañeros que no pueden creer el estado de las unidades que conducen. Hay coches sin frenos, con parabrisas rotos, caños en punta, sueltos dentro de las unidades. Todas cosas que se trasladan al pasajero y repercuten en nuestro profesionalismo, porque el único responsable si pasa algo adentro de la unidad es el conductor por ser profesional. Porque los seguros responden por una parte y la otra nos corresponde a nosotros. Por eso, el 90% de los conductores que se quedan sin registros los pierden por cuestiones que son completamente atípicas: un golpe, un tropezón, una caída del escalón. Por eso estamos peleando conjuntamente con los compañeros. Por defender nuestro trabajo”.
Tiene miles de anécdotas. Se acuerda de muchos viajes, de lo que es estar en la calle gran parte del día. Pero enseguida vuelve a poner el acento en la organización. Se entusiasma. Y pone primera para hablar de algo complejo. La discriminación que sufren por ser parte de un gremio no reconocido con la personería gremial. “La UCRA está creciendo a pesar de que todos sabemos a quienes nos estamos enfrentando. Es verdad que nosotros no podemos ingresar a las paritarias, pero igual peleamos. Queremos participar porque somos conscientes de que tenemos un gran convenio colectivo, fruto de la lucha de la UTA. No estamos en contra de ese convenio. Lo que pasa es que hoy se respeta sólo un 20% de lo que dice ahí. No queremos un convenio diferente, queremos que se respete el que tenemos”, explica Walter.
“El principal problema que tenemos es la precariedad dentro del trabajo. En la parte de mecánicos, del personal que atiende encomiendas. Pero sobre todo, en la falta de descanso de los conductores, que en algunos casos manejan hasta 50 horas, llegan hasta el punto de destino y vuelven a salir con apenas dos horas de descanso. Y que a veces ni siquiera descansan porque tienen que preparar el coche, tienen que llevar a lavarlo. Esa es la principal lucha que nosotros tenemos hoy. Y estamos dando pelea”, aclara el dirigente.
Y vuelve a la carga sobre un tema que parece recurrente. Cómo organizarse y vencer los miedos. “Los que estamos en la UCRA y en la CTA confiamos en que es posible construir organizaciones manejadas por los trabajadores. Y cada día que pasa nos damos más cuenta de que se trata de eso, de participar. Nos acompañan trabajadores que están afiliados al otro sindicato pero que se han puesto de este lado para pelar una batalla que es más importante: la pelea por el salario, por la falta de descanso. Yo creo que estamos logrando revertir, en alguna medida, el miedo que tenían. Porque los compañeros se dan cuenta de que si no van ellos y son parte de la lucha, nadie va a ir a pelear nada por ellos”, sentencia Walter, que debe seguir su ruta de reuniones, encuentros y asambleas. Conduciendo su propio destino.
Redacción
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