Cultura urbana
El deber ser de la Patria
Martes 13 de julio de 2010, por India Rodríguez *

Daniel Schávelzon es arqueólogo y entre otras cosas fundador del Centro de Arqueología Urbana de la Ciudad de Buenos Aires. Su trabajo ha discurrido en la búsqueda de registros materiales para intentar comprender el comportamiento humano. Autor de una amplísima obra y una capacidad admirable de poner el pasado más lejano al alcance de todos.

En su libro Túneles de Buenos Aires, con respecto a los túneles de la Manzana de las Luces que en 1984 fueron agrandados casi al doble. ¿Usted lamenta que sea más fácil adaptar la historia al turismo que los turistas al pasado?

La Boca, la que fue. Era un barrio de casas colectivas de madera y chapa y no de ladrillo como todo el resto de la ciudad por que era una zona que todavía se inundaba. Allí el Riachuelo fue bajando, hubo un cambio geográfico y sus habitantes hicieron casas sobre pilotes, de tal manera que si subía el agua no entraba a la casa e iban tirando la basura dentro del piso y de esta manera se iba levantando. Esas casas eran color chapa de zinc. En 1921, Don Benito Quinquela, se le ocurrió que eso no era atractivo y, ojo que esto era casi único en el mundo, como estructura urbana. Casas tipo palafito, levantadas hechas en chapa con esa tipología de conventillo en una zona de inundación. Hoy sería Monumento de la Humanidad, si se hubiera conservado. Pero no, tiene que ser ciudad como todo el resto, con casa de ladrillos, con fachada…

Es más La Boca es el último barrio en tener una iglesia católica, por eso se hace tan grande Santa Felicitas en Barracas, por que hacia 1880 la confesión católica llega hasta allí, no puede entrar en La Boca, es territorio anarquista, no había curas. Como decía en el `21 Benito Quinquela decide que no es atractivo, que hay que pintar de colores y nivelar todo. Primero, para hacer la ciudad como todo el resto y segundo, para resignificarla, por que ahí sí nos van a venir a ver. Instala otra forma, que además le llevó mucho tiempo, esto de La Boca pintada de colores no existió nunca. Existió en el cerebro genial de Quinquela Martín que quiso llevar el estridentismo a este pedazo de la ciudad.

De nuevo, no es lo que somos sino lo que queremos decirle a los demás que somos, para que vengan a vernos y crean que es eso. Esto se ve por todos lados, constantemente. Hace poco ocurrió algo muy divertido con una polémica a cerca de la Pirámide de Mayo, que comienza con una supuesta entrevista que me hacen y en la cual la periodista critica el estado del Monumento, lo cual es cierto. Sino que además – aberrante- un hornero ha hecho su nido en ella. Qué maravilloso, un hornero en Plaza de Mayo, llevando el barrito en medio del tráfico, de los colectivos para hacer su casita. Pero, no. Había que sacarlo. Efectivamente arreglaron la Pirámide y sacaron el hornero. Es mínimo, una pavada, pero muestra esta idea. No podemos ser con un hornero.

¿Entonces para qué conocer el pasado, además, qué posibilidad tenemos de aquilatarnos en el presente?

Por eso estamos demoliendo la Ciudad Histórica, hay tres demoliciones por cuadra. A este ritmo en dos años no queda una casa de más de cien años. Pero bueno, es esta idea de construir un pasado mítico bicentenal. Todos los pueblos construyeron su pasado mítico, los griegos, romanos, aztecas y nosotros también lo estamos fabricando y ahora estamos en democracia, ni hablemos de lo que puede ser esta operación durante las dictaduras. Se construye esta historia de “escuelita”, de San Martín y Belgrano. Todavía siguen enseñando que la bandera azul y blanca son los colores del cielo, en lugar de decir que son los colores de los Borbones, del rey. Es una barbaridad histórica, es insultante para lo que pasó en la Revolución de Mayo. Una cosa muy buena que tuvo este Bicentenario es que se difundió muchísimo una nueva interpretación de lo que pasó en 1810.

¿Qué ocurre con la velocidad del consumo y el resguardo de los registros?

No lo sé, no es mi tema, pero sí me preocupa esto desde el punto de vista del resguardo del patrimonio cultural. La memoria de hoy se registra a través de grabadores, de CDs, de todo tipo de soportes que pensando desde el tema del patrimonio tenemos que conservarlos. El problema de todo esto es que genera formas de registro cada vez más endebles. Le tengo terror a la memoria a futuro.

Hay bibliotecas enteras en el mundo que se pasaron a discos de 3 ½ y antes a microfichas y antes... Tenemos una colección impresionante grabada en las primeras computadoras. Son diez años del siglo XX, y no cualquier año, los `60, los `70. En todo Buenos Aires no hay una máquina de esas que pueda leer estos archivos. Nadie guardó nada.

Los museos viven pasando de soporte en soporte la información, con lo cual no les alcanzan los recursos para hacer nada nuevo. La tecnología es un negocio y otra cosa es el patrimonio cultural y no se cruzan. El universo digital es fantástico, maravilloso, hasta que se corta la luz. Estuve en una biblioteca en México donde tienen guardadas todos los modelos de las computadoras desde la primera que salió y están todas en uso, hay algunas que usan sólo una vez al año. Ellos dicen, tenemos que tener todos los mecanismos de lectura a lo largo del tiempo y los tenemos que guardar funcionando, cueste lo que cueste. Eso es inteligencia al servicio de un país.

Lo que viene contando resuena en aquella concepción del interior del país que fue borrando el pasado.

En Puerto Deseado las casas se hicieron de piedra. Algo único en el país. En la década del `50, `60 empieza la televisión y comenzaron a revocar todas las casas de piedra para parecerse a Buenos Aires. Algo que no les aportaba nada, Nada más para que se parezca a Capital, cuadrados todos iguales. Ahora, hay que sacarles el revoque y dejar la piedra por que quieren que vaya el turismo.

Es la imposición del lugar central de lo que debe ser. Esto es lo que aprendimos con la posmodernidad, hay un modelo que se impone desde el centro hacia la periferia y ésta acepta este modelo, no lo rechaza. No dice, no nos interesa estas casas, no queremos el piso de parquet lo vamos hacer fuego. Por que el problema, no es como dice el antiperonismo, eran tan brutos que no sabían vivir en las casas, sino que nadie había estudiado quiénes iban a habitar esas casas, quién es el usuario de la casa. Le dieron una casa que era para la pequeña burguesía de Buenos Aires a alguien que venía del Chaco y que no le interesaba vivir de esa manera, quería vivir de otra. Entonces ¿quién está equivocado? Por ese lado terminamos en que el imperialismo es malo y el pueblo es bueno. Hace falta dos, para todo. Por que si el otro no acepta se arma y las cosas empiezan a cambiar. Pero es difícil.

Habida cuenta de la Marcha de los Pueblos Originarios, desde esta perspectiva de país multiétnico y pluricultural, ¿cuál es su análisis?

Ceo que al avance brutal de la globalización que todos ven, pocos registran que también existe un avance contestatario, que se inicia con los grandes levantamientos indígenas latinoamericanos desde Sedero Luminoso al Sub Comandante Marcos. Es una explosión donde las comunidades indígenas dicen basta y llega hasta movimientos políticos como Evo Morales o un presidente que tiene el mayor crecimiento per cápita en el mundo que es Brasil y Lula no tiene el secundario. Eso para un argentino sería inimaginable y Lula la tiene re clara, está de vuelta cuarenta veces, nos pasó por arriba y pasó de largo.

Hay una respuesta, una reacción. Que no es lo suficientemente fuerte ni poderosa, ni tiene los medios que tiene el centro, pero veo que hay una reacción. En nuestro país, hace veinte años, quién hubiera dicho públicamente que era descendiente de Pueblos Originarios. Le hubiera dado vergüenza. Lo concreto es que ellos hoy no tienen ese prurito. A esa homogeneidad de la globalización hay una respuesta desde las minorías que dicen: no, momento, aquí estamos, existimos y tenemos derechos.

Ha estado realizando excavaciones donde estuvieron los antiguos Talleres Vassena…

Excavamos lo que actualmente es la Plaza Martín Fierro – fantástico los Talleres Vassena se llaman ahora Plaza Martín Fierro, nunca entendí por qué, debería ser la Plaza de la Semana Trágica, tendría que tener un nombre más asociado al hecho trascendental –. En la Plaza hay un montículo con dos trozos de paredes, todos decían que habían pertenecido a los Talleres con un cartel que puso la Legislatura de la Ciudad, pero nadie se había tomado el trabajo de hacer investigación.

Creemos que la violencia está expresada en que lo que fue uno de los desarrollos siderúrgicos argentinos hoy es una plaza, es la historia de la industria nacional, al margen si los Vassena son buenos o malos. Al momento de la represión los Vassena ya han vendido los Talleres a una compañía inglesa. Más allá de esto lo que nos impactaba era que estábamos en lugar donde había sido un polo de desarrollo industrial y ahora no queda nada. Es patético como historia del desarrollo industrial.

A propósito del Mural de Siqueiros 

"La generación de los años `20, fue totalmente distinta a la de los `30 que fue la generación de los golpes. Esta es una generación pacata, conservadora, religiosa, y la generación de los `20 fue, en todo el continente y en Europa ni hablar, una generación de una enorme libertad sexual, que hoy puede interpretarse de cualquier manera, pero hoy noventa años después preocupan cosas tales como la homosexualidad o la bisexualidad y en los `20 esas cosas no preocupaban. En la regresión de los `30, que termina en la Guerra Mundial, corta esta libertad de raíz.

En “El mural de Siqueiros en Argentina”, me pasé quinientas hojas contando el Mural, pero éste no se explica sin entender la vida de estos personajes, por que el Mural lo que relata es la relación de Siqueiros y Blanca Luz. Desde que se pelean, hasta que ella se va. El es un artista y lo pinta a escala monumental, pero lo que pinta es eso: el final del amor. Ella lo manda al corno y él está desesperado. En el 2003 escribí un libro construyendo esa historia que no estaba, trabajé con los documentos, el diario de Blanca Luz. Siqueiros después, no lo negó pero lo minimizó, lo quiso olvidar. Fue la primera y única vez que hacía una obra sin compromiso ideológico, sin mensaje político. Estaba enganchado, era un tipo joven, enamorado e hizo una obra de arte maravillosa. Pero cuando se va de Buenos Aires tiene que ir a darle explicaciones al Partido Comunista en México".


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