Desde los que se emocionaron con Germán en aquel histórico encuentro en Parque Sarmiento, hasta los que se animaron a convocar a la Marcha Federal, ayunaron en la Carpa Blanca y patearon 15 días la Marcha Grande. Ellos y nosotros. Y también los que pusieron su voto en la Consulta Popular del Frenapo. Los que seguimos caminando las calles de pueblos y ciudades de cada rincón de la Argentina diciendo que se trata de discutir una justa distribución de la riqueza. Y que para eso no hay otra que estar organizados.

Nunca fue fácil ser y hacer la CTA. Pero era, y lo sigue siendo, imprescindible. Lo saben los que cada día disputan con el patrón salario y trabajo digno. Los que consiguen cosas para el barrio, el comedor o la escuela. Lo saben los pibes que se animan a pelear contra su destino de pobreza y lo saben los viejos que todavía se juntan los miércoles frente al Congreso. Y decimos que no es fácil porque de lo que aquí estamos hablando es de poder, de organización, de disputa. De salir a sumar y no achicarse en las tormentas.

Todo eso se hizo en estos dieciocho años. Y se seguirá haciendo, le pese a quien le pese. Los que aquí estamos ya votamos cuatro veces a nuestros candidatos. Nadie nos vino a imponer un delegado o un dirigente. Los que nos representan salen de las entrañas, de la experiencia cotidiana. Y se elijen de manera directa y secreta, sin intermediarios. Son los que tienen la responsabilidad de representarnos. Pero no llevan a nadie de las narices. Antes y ahora el desafío siempre fue el mismo: no delegar, protagonizar, elegir. De eso se trata esta vez. Como siempre.

Hace muchos años circulaba en los locales del naciente Congreso de los Trabajadores Argentino un afiche que decía: “Pase compañero, esta es su casa”. Y esa consigna se hizo carne en miles y miles de trabajadores y trabajadoras. Ahora se trata de convocarnos a participar. De que nadie se quede sin saber. Ahora ese afiche diría: “Venga compañero, su voto decide”.