No es tiempo de tibios
Viernes 1ro de octubre de 2010, por Mariano Vázquez *

Se abre con vehemencia la camisa. No tiene chaleco antibalas. No está rodeado de militares armados hasta los dientes. Coraje sanguíneo. Dice: “Si quieren matar al Presidente, aquí está, mátenme si tienen valor”.



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Periodista. Equipo de Comunicación de la CTA. Editor de ACTA

Las imágenes que llegan en vivo desde Ecuador, las crónicas de los medios, las palabras cargadas de tensión son elocuentes. Instantáneamente pienso en Salvador Allende y su arrojo durante el golpe del 11 de septiembre de 1973. Fiel a su promesa y a sus ideales. No se rinde. Sale como cadáver. Un cadáver incómodo para todos los presidentes timoratos que en otros tiempos han gobernado nuestros países y se han arrodillado antes los intereses antipopulares.

Ayer vi en su espejo al presidente Rafael Correa, arriesgando su vida, defendiendo la democracia y el proceso de cambio que inició con la Revolución Ciudadana. Firmeza ética. Convicción ideológica sin fisuras. Valentía pura. Espejo de Allende.

Instintivamente viene a mi el recuerdo del golpe exitoso en Honduras. El temor a que un escenario tan oscuro se repita. Pero hay diferencias y en un mismo día se dio vuelta la tortilla. Quizá Manuel Zelaya nunca evaluó perder la vida.

Con apenas su seguridad personal, Correa fue hasta el regimiento en donde estaban amotinados un millar de policías sediciosos. No quisieron escucharlo, lo abuchearon. Les espetó: “Si quieren matar al Presidente, aquí está, mátenme si tienen valor”.

Lo agredieron, lo insultaron, le tiraron gases lacrimógenos, lo secuestraron en el hospital policial e incluso allí, en esa circunstancia, siguió fiel a su fibra moral: “Yo de aquí salgo como Presidente o como cadáver”. Las multitudes salieron a las calles a respaldar al gobierno legítimo. Unasur fue hiperactiva y rápida. Cátedra de solidaridad. Luego un grupo de elite del ejército lo rescató a tiro limpio, junto al pueblo, que estaba allí también, enfrentando a los sublevados.

Después historia conocida, una ley del Poder Ejecutivo sobre el Servicio Público derivó en un brote de un sector de la policía. Parecía un reclamo meramente sindical. Pero el efecto contagio se extendió hasta el aeropuerto internacional Mariscal Sucre con la toma y consecuente suspensión de los vuelos y el reguero siguió a un par de regimientos del interior del país. Ya era un golpe y a río revuelto, sectores de la derecha azuzaron a los que estaban agazapados, como los seguidores del ex presidente Lucio Gutierrez, que también se metieron por la fuerza en los estudios de la televisión pública. Allí los periodistas fueron fieles al mandato moral de este oficio que debe estar guiado por la verdad. Dentro suyo se gatilló la clausla ética de ser fieles a denunciar el golpe. Fundaron ejemplo.

Hoy es un día de jubilo, un golpe de Estado contra uno de los procesos revolucionarios de la región fracasó estrepitosamente. Como antes ocurriera en Venezuela (2002) y Bolivia (2008). Pero el antecedente de Honduras (2009) abrió una grieta de golpes modernos, con la punta de la lanza en los medios de comunicación concentrados, con la misma intención que las de las épocas de la Doctrina de la Seguridad Nacional y los mismos cómplices.

Hay que estar alertas. Y América Latina debe ser un solo puño para no solo resistir estos embates de la derecha, sino para consolidar los procesos de cambio que se han ganado en la última dećada en la región.

No es tiempo de tibios.

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