
Luis Artemio Reinaudi declaró como testigo en el Juicio Videla Menéndez. En 1975 asumió la defensa de José Cristian Funes, preso y luego fusilado en la UP1. En 1978, el mismo fue secuestrado. La subordinación de la justicia antes y después del Golpe y el papel del Colegio de Abogados quedaron al descubierto.
El abogado y periodista estuvo preso a disposición del área 311 y del Poder Ejecutivo nacional (PEN) desde el 21 de septiembre de 1978 hasta el 6 de septiembre de 1979, el mismo día en que arribó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA). Obtuvo la libertad completa en 1980. El recorrido incluyó el centro de detención clandestina La Perla y las cárceles Unidad Penitenciaria (UP 1), La Plata y Caseros.
“Yo ejercí la defensa dolorosamente ineficaz de José Cristian Funes”, afirmó el testigo que por mucho tiempo –explicó- cargó con la culpa de no haber tenido más experiencia y por el desenlace que tuvo. José Cristian Funes (24), militante peronista, fue asesinado el 30 de junio de 1976 junto a Marta Rosetti de Arquiola. La prensa dio cuenta del suceso como intento de fuga. En la causa Videla está designado como Hecho VII.
El testigo respondió a todas las partes sobre diversas cuestiones relacionadas con la causa y con la actuación de instituciones tales como la Justicia y el Colegio de Abogados.
Reinaudi fue secuestrado de su domicilio en barrio Juniors en horas de la noche por policías y militares. “Golpearon fuerte, entraron, me empujaron, me golpearon”, recordó. Lo hicieron vestir y lo llevaron al centro clandestino de detención La Perla, que en ese momento estaba casi vacío.
Allí encontró a otras personas como Yankelevich, Fidel Ángel Castro, José Larisa, Luis José Bondone de Bell Ville, entre otros, algunos de ellos militantes del Partido Comunista (PC) y otros que defendían a presos políticos y trabajaban en la Liga por los Derechos del Hombre. Un oficial y un suboficial, Barreiro y Vega lo interrogaron.
“Ante las atrocidades que se han cometido con otros detenidos uno se ve compelido a relativizar la tortura. ¿Te torturaron? No. Me pegaron, no me dejaron dormir, etcétera, pero no me hicieron picana, submarino, etc.”, le manifestó al tribunal
Desde La Perla los subieron a un camión y condujeron a la UP1. Instalado en el pabellón 9 compartió celdas con “Hairabedián, Yankelevich, Jaime Lockman, Mora, Musa, y con un grupo de militantes del PC de Villa María. En total, unas cien personas”, afirmó. “
"Era de noche, tal vez no muy tarde, porque cuando entramos a la UP 1 los presos estaban despiertos, con las luces encendidas, alcancé a ver a algunos, era de noche pero no muy tarde. Me acuerdo que el gendarme que me ajustó la venda para subirme a un camión dijo: hay mamita, que olor. Y me dijo que me habían vendado con la prenda íntima de alguien, a mi ya no me impresionaba nada y no sentía el olor. Cuando nos trasladaron nos llevaron arriba del camión, yuxtapuestos uno sobre el otro”, detalló y añadió que “el camión empezó a dar barquinazos por lo que pensamos que íbamos a campo traviesa y realmente íbamos al muere. Hasta que subió a un pavimento y ahí ya nos tranquilizamos un poco. Pero fue muy mortificante porque tenía gente parada encima o con la rodilla”.
Permaneció incomunicado y salía al patio durante el recreo. “Lo único que permitían recibir del exterior, era papel higiénico o algún medicamento recetado por algún médico de la cárcel. En mi caso tuve una insuficiencia respiratoria y me recetaron una vacuna”, recordó.
En la prisión vio personal del servicio penitenciario, sin embargo aclaró que por comentarios de presos más antiguos que decían “cuidado cuando vengan los verdes”, dedujo que también había militares.
Una de las experiencias más fuertes que le tocó experimentar fue cuando el 27 de octubre a casi la totalidad del pabellón los transportaron a la guarnición aérea. “Ahí estuvimos sentados en el patio hasta el mediodía hasta que nos subieron a un Hércules grande y nos llevaron a la cárcel de La Plata. El trato en el avión fue espantoso. Imagínense que nos habían levantado a las cuatro de la mañana y no íbamos a comer por mucho tiempo. Nos dieron un tarro así de grande de mate cocido –señaló-, y nos encadenaron y empujaban hacia el fondo. Algunos no aguantaron y se orinaron”, describió.
Y agregó que a un muchacho de apellido Pintos, de Río Cuarto, afectado de epilepsia le decían:
No te hagás el loco, que te vamos a tirar.
No me hago el loco, estoy enfermo –respondió Pintos.
Simularon que lo arrojarían del avión y lo tiraron al piso.
Equipo de Comunicación de la CTA Córdoba.
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