
Mientras algunos ya hablan y se pisan los talones por firmar el “novedoso” Pacto Social, que incluye no protestar ni reclamar nada, a los niños de los barrios humildes de Maipú en la provincia de Mendoza, la distribución de la riqueza todavía no los alcanzó. Por eso siguen denunciando que en nuestro país “El hambre sigue siendo un crimen”.
El Movimiento de los Chicos del Pueblo lleva en Mendoza muchos años de trabajo con niños y jóvenes. Sostienen una granja y un proyecto barrial en la localidad de Maipú, ciudad ubicada a 16 km de la capital mendocina. “Sensemayá” se llama este colectivo de mujeres, niños y jóvenes y brindan a su comunidad un merendero, clases de apoyo, formaron un equipo de fútbol y también una murga. Militantes activos de la Constituyente Social dan por tierra la idea de “lo posible” y no saben lo que significa bajar los brazos si de rescatar y proteger la infancia se trata.
Alicia ha abierto las puertas de su casa y con una sonrisa va recibiendo a todos los que llegan. Y comienza la ronda de presentaciones: “Estoy en la Constituyente, en la CTA y en cualquier lío donde pueda ayudar, con chicos en situación de calle y también con adultos en la villa”, cuenta Adrián.
“Es hora que tomemos conciencia que la política no es sólo hablar”, dice Mónica que llegó hace 30 años desde Jujuy: “Vivía en el Ramal jujeño, en la zona de los ingenios azucareros cerca de Calilegua, 12 años tenía cuando la empresa Blaquier hizo desaparecer mi pueblo”. Ella nos explica que “Sensemayá significa canto para matar una culebra” y que tomaron el nombre de un poema del cubanísimo Nicolás Guillén, que más tarde Inti Illimani musicalizó.
Entre risas y risas el grupo de la murga se va presentando: “La Cintia está en todos lados”, la gastan sus compañeras. Tienen 12, 13 y 15 años y bailan en la murga. Selva se presenta “yo soy la costurera de los trajes de la murga y también me encargo del merendero”.
“Estoy en esto porque me gusta”, “estoy porque el Hambre es un crimen”, “soy de la Constituyente”, dicen a modo de carta de presentación Débora, Victoria, Stefanía y Lito, apasionado futbolero que lleva puesta la celeste y blanca y dirige el equipo de fútbol femenino.
En el sitio oficial de la municipalidad, Maipú se anuncia lujuriosamente: “Maipú, ruta del vino y del olivo”, “Maipú religioso”, cascos aristócratas bodegas y fincas para degustar el “Maipú gourmet”. Poco dice sobre los barrios periféricos y sus carencias.
El mate que preparó Alicia, “la de la casa abierta”, va siguiendo la ronda y también Malcom, el bebé del grupo, para que todos lo saludemos con un beso. “La culebra es el sistema. Nosotros somos el canto para matar este sistema de poder que no escucha, que no nos quiere ver y que no quiere que nos vean”.
Ese sistema que se perpetúa y alterna, legitimado con sus leyes, sus partidos políticos y sus instituciones, el mismo que inventa y direcciona el hambre y también a su obediente policía, la del apriete y el gatillo fácil, la represora de incipientes rebeldías.
Pero Sensemayá también planifica su estrategia:
Realizar un curso de CTA para abordar el tema de lo pluricultural, lo plurinacional
La recuperación de los idiomas y las culturas ancestrales como la huarpe y su lengua milcayac.
Seguir con la murga.
Instalar una huerta comunitaria.
Tupac no para de saltar y correr por la calle del barrio. Mayombé, bombé, mayombé. Hace estallar un chasqui pum, y las chispas de su varita mágica adelantan la Navidad. Manchadita de mora, su risa juega feliz con los niños y las niñas de Sensemayá. Acá, el capitalismo, esa serpiente, se va a atorar.
Hay un sendero donde marchan: la tremenda voluntad de modificar las condiciones de vida de los que más sufren, la alegría del encuentro, la unidad en la lucha, la convicción de “no contentarse con los restos” e ir, de verdad, por más.
Equipo de Comunicación de la Constituyente Social
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